Recientemente, la última subida de tipos del Banco de Japón ha sacudido por completo todo el sector financiero.

Empecemos por los bonos estadounidenses. Japón siempre ha sido uno de los mayores compradores de deuda de EE. UU., pero ahora que han subido los tipos, el capital naturalmente regresa a casa —al fin y al cabo, si puedes ganar intereses en tu propio país, ¿para qué prestar dinero fuera? El resultado es que el mercado de bonos estadounidenses se ha quedado, de repente, sin sangre: las oleadas de ventas se suceden una tras otra. Los precios de los bonos se desploman, las rentabilidades se disparan y el coste de financiación del Gobierno estadounidense se dispara directamente.

Hay que tener en cuenta que la deuda de EE. UU. ya es bastante difícil de manejar. En 2025 vencen 7,6 billones de dólares en bonos con intereses; que pase esto ahora es como echar sal en la herida. ¿Reembolso de la deuda? ¿Refinanciación? Todo se convierte en un gran problema.

Veamos ahora el caso de Bitcoin. Esta vez ha habido un fenómeno muy curioso: la evolución del BTC está sorprendentemente sincronizada con la del yen japonés. Antes, todos pensaban que Bitcoin era un reino independiente, que subía o bajaba a su antojo. Pero esta vez, cuando se mueve el yen, Bitcoin le sigue, lo que demuestra que el mercado ya lo considera parte de los activos de riesgo.

La lógica es en realidad bastante sencilla: subida de tipos del yen → reducción de operaciones de arbitraje → salida de capital de activos de riesgo → presión simultánea sobre Bitcoin y el yen. Los inversores ya no consideran el BTC de forma aislada, sino que lo meten en el mismo saco que otras inversiones de alto riesgo. Cuando llega el riesgo, liquidan juntos; cuando surge aversión al riesgo, venden juntos.

En realidad, esto refleja una tendencia aún mayor: la interconexión de los mercados financieros globales es cada vez más fuerte. Un ajuste de la política monetaria en un país puede transmitirse instantáneamente a los bonos estadounidenses, a las criptomonedas, a la bolsa, a los tipos de cambio... a todas las clases de activos. El efecto mariposa no es una metáfora, es la realidad.

En definitiva, en el entorno de mercado actual, la era del juego individual ha terminado. Las políticas de los países se influyen mutuamente y las diferentes clases de activos se restringen entre sí. Para sobrevivir en una situación tan compleja, hay que estar pendiente de la dinámica del mercado en todo momento y gestionar bien la cobertura de riesgos. No esperes a que llegue la ola para acordarte de aprender a nadar.