Hablando de Falcon Finance, al principio ni le presté atención. El año pasado ya me llevé un chasco: un proyecto prometía rendimientos de mil veces y, en menos de medio día, desapareció. Desde entonces, cada vez que veo la palabra “alta rentabilidad”, por reflejo me alejo. Pero el fin de semana pasado, por curiosidad, decidí revisar a fondo los datos on-chain de este protocolo y rastreé el flujo de cada transacción. Y me encontré con algo curioso: lo más atractivo de Falcon es que, en realidad, parece especialmente “normal”.

Hoy no vamos a hablar de planes de futuro poco realistas, sino de dos preguntas muy concretas: ¿de dónde viene realmente el dinero? ¿Y podrá este modelo sobrevivir a la próxima etapa bajista del mercado?

Primero, la procedencia de los beneficios. No me fijé en el panel de datos del propio proyecto; fui directamente al explorador de blockchain a buscar la dirección del contrato de ingresos por comisiones y los revisé uno por uno. ¿Adivinas qué vi? Todos eran ingresos reales: comisiones por transferencias cross-chain, diferenciales de intereses en préstamos, y tarifas por uso de servicios de datos. No es el típico esquema de imprimir tokens y moverlos de una mano a otra. Por poner un ejemplo, es como montar un restaurante: o bien ganas dinero cocinando platos de verdad, o bien regalas cupones a lo loco para que el dinero de los nuevos clientes subvencione a los antiguos. Lo primero puede no ser espectacular, pero es sostenible; lo segundo, por mucho ruido que haga, antes o después se hundirá. Falcon ha optado por el primer camino.

Por supuesto, este enfoque también tiene su punto débil: el límite de los beneficios está completamente condicionado por la actividad del ecosistema. Si el mercado entra en una fase bajista y nadie interactúa on-chain, los ingresos reales caerán en picado. Esto...