El miércoles por la mañana, millones de adolescentes en Australia de repente descubrieron que sus cuentas en redes sociales estaban completamente bloqueadas.

No es un fallo del sistema, sino la implementación de una nueva normativa: prohibido el uso de plataformas sociales para menores de 16 años. El primer país en dar ese paso fue justamente ese.

La versión oficial es bastante contundente: para sacar a los niños de las garras de algoritmos adictivos, cazadores en línea y el acoso. Suena bien en principio, pero ¿realmente este "prohibición total" funciona o solo genera problemas? Probablemente haya que esperar un tiempo para entenderlo bien.

Lo interesante es que otros países ya están en la misma línea, considerando políticas similares.

Pero, siendo honestos, ahora que la tecnología está tan avanzada, ¿por qué no probar primero a crear mecanismos de protección específicos para los jóvenes? Por ejemplo, algoritmos de recomendación por niveles, muros de filtrado de contenido, herramientas de monitoreo para padres. La inversión en investigación y desarrollo en este campo claramente no es suficiente. Si el sistema de protección fuera lo suficientemente completo, se podría lograr un equilibrio: "permitir que los niños usen normalmente pero minimizar los riesgos"—una solución de todo o nada, aunque más sencilla, puede también eliminar muchas cosas buenas.